jueves, 2 de abril de 2009

Las ONG alertan de que la crisis ha creado nuevos perfiles de personas sin hogar (Diario Noticias de Álava, 29 marzo)

El mal momento económico que vive todo el planeta está causando estragos en todos los ámbitos sociales, desde los grandes bancos a quienes menos tienen. Así lo advierten organizaciones que trabajan con excluidos, como el Hogar Betoño o el Aterpe de Donostia, gestionado por Cáritas, que en los últimos meses dan cobijo y asistencia a un nuevo perfil de usuarios. Los últimos estudios, de hace tres años, indicaban que en Euskadi había alrededor de 1.800 personas sin hogar, la inmensa mayoría de ellos varones inmersos en una situación cronificada. La nueva realidad económica ha llevado esos informes a la obsolescencia; es más que posible que los próximos estudios traigan consigo desagradables sorpresas. El nuevo perfil que se ha detectado en estos servicios es el de personas que aún no han sufrido el proceso de degradación personal que siempre genera la calle, pero que están en serio peligro de padecerlo. Inmigrantes que han perdido su trabajo, nacionales también desempleados sin un tejido social tras el que protegerse, o antiguossin techo que lograron reintegrarse en la sociedad son los nuevos usuarios de estos recursos sociales. Desde las dos ONG vascas reclaman un estadio intermedio para atender a estas personas y evitar que caigan en la indigencia y el alcoholismo o en la exclusión social absoluta. En el despacho del hogar Betoño, su director, Sergio Hinojal, advierte de que "hay muchos emigrantes totalmente asentados en la ciudad, que durante años han estado trabajando, que vivían en pisos compartidos, y que ahora se han quedado sin trabajo. El director de este servicio apuesta por implantar nuevos recursos de atención preventiva, "para que estén en la calle el menor tiempo posible, porque castiga mucho". El caso de quienes lograron salir del agujero y se ven de nuevo en la calle es especialmente delicado. "Este es un nuevo perfil que encontramos a diario. Tras un proceso personal se incorporaron de nuevo a la sociedad a través de un trabajo, y ahora han vuelto por la crisis, pues estaban aún en una situación vulnerable. Es gente desengañada y frustrada", señala el responsable de Aterpe, un centro que funciona gracias a labor desinteresada de 165 voluntarios.

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